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lunes, 25 de marzo de 2013

La guerra por la independencia. Ideología y carácter. El primer pronunciamiento. Reacción de los monarquistas. La republiqueta del caudillo Warnes. Aguilera, caudillo de los realistas. Sucesos del año 1825.


Hola!
En esta ocasión les paso un resumen de un fragmento de uno de los capítulos de la Breve Historia de Santa Cruz de Hernando Sanabria.
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Formada la clase social de los criollos y adquirida por ellos la noción de su posición y valer en el seno de la sociedad indoamericana, el imperio de sus intereses en perspectiva, no pudo menos de chocar con el compuesto de los intereses hispanos en auge. La pugna de los unos por obtener las fuentes de riqueza, a las que, como nativos de la tierra, se creían con mejor derecho, contra la resistencia de los otros que porfiaban en retenerlas a todas costa, fue la causa primordial que motivó esa lucha larga, cruenta y azarosa.
Iniciada la lucha, durante los cinco primeros años, a lo menos, y sentada una que otra excepción local, los insurgentes manifestaban a las claras que no luchaban contra España y su rey sino contra las injusticias y los abusos del régimen. Por eso, al amotinarse y tomar las armas, hacían protestas de fidelidad a Fernando VII. La corriente autonomista, o independista más bien, vino con el correr de los años y los acontecimientos y el surgir de los nuevos caudillos con ideas y orientación más definidas.
El primer movimiento de insurrección habido en esta ciudad fue tramado por un grupo de negros y mulatos que tenían apartada residencia en el lugar de extramuros hasta hoy conocido con el nombre de Tao. Era propósito de los tales pasar a degüello a la población blanca, entrar a saco en sus viviendas y constituir luego un gobierno local propio. Debió de estallar el 15 de agosto de 1809, pero debelado a tiempo por gracia de un hecho causal, la justicia del rey y la vindicta pública cayeron sobre los complotados no sin extremar las medidas de punición, y así acabó todo.

Como es bien sabido, meses atrás del conato de los morenos, los criollos de Chuquisaca, movidos por cabildo y universidad, habíanse levantado contra las autoridades reales y enviado sendos emisarios a los principales centros del Alto Perú, para que en ellos propagasen las ideas de rebelión sustentadas. Hijo de padre español y  madre cruceña y recientemente doctorado por la universidad de Charcas, Antonio Vicente Seoane fue el comisionado para tal efecto en la ciudad natal. En su  compañía y con igual cometido vino otro doctor de Charcas, Juan Manuel Lemoine. Juntos los dos hubieron de entenderse con algunos que  simpatizaban con aquellas ideas. La labor de los emisarios fue coronada por el éxito, pues, entre varias otras, consiguieron ganar la adhesión de un militar, el coronel Antonio Suárez.
Cuando las cosas estaban ya en buen pie, arribó otro emisario, esta vez de la Junta de Gobierno de Buenos Aires. Era el capitán Eustaquio Moldes y traía la misión de urgir a los confabulados a que precipitasen la acción. El movimiento estalló la tarde del 24 de septiembre de 1810, con el amotinamiento de las milicias, la destitución del gobernador D. Pedro José Toledo Pimentel y el llamado al pueblo para concurrir a cabildo abierto. Se constituyó una junta gubernamental compuesta por el sacerdote José Andrés Salvatierra, el doctor Seoane y el coronel Antonio Suárez, quien asumió al mismo tiempo funciones de comandante de la plaza.
José Miguel Becerra retomó  a Santa Cruz asumiendo las funciones de gobernador  que le habían sido acordadas pro el brigadier Goyeneche, jefe supremo del realismo en el Alto Perú. Becerra quiso ahogar en sangre el movimiento criollo. En lo que va de mediados de abril de 1811 a principios de 1813 mandó fusilar o infligir crueles castigos de escarmiento a los más comprometidos en el alzamiento de septiembre, disponiendo, además, confiscaciones de bienes, secuestros y otras medidas de igual índole, destinadas a sembrar el escarmiento, pero en marzo de 1813 Antonio Suárez tomó el mando después de haber tomado la plaza. Meses después arribaba con título de gobernador extendido por Belgrano, el porteño de ascendencia flamenca, coronel Ignacio Warnes que vino desde Buenos Aires a encauzar la corriente  de insurgencia hacia la consecución de una libertad irrestricta con respecto a la metrópoli española. Fue él quien trajo la novedad de llamar “patriotas” a los rebeldes criollos, dejando el de “realistas” a los partidarios de mantenerse debajo de la autoridad del rey hispano.
La población de ascendencia española en sus dos terceras partes por lo menos, no estaba bien dispuesta a tomar partido tan radial. Las ideas y los sentimientos antiespañoles, o por mejor decir antirrealistas, sólo habían podido encarnar entre las clases sociales de menor valimiento y entre los grupos de ascendencia terrígena o africana, que eran cortos en número.
Warnes tuvo que emprender, como primera medida una enérgica campaña civil para acabar con esas prevenciones y ganar adeptos. Pero estaban aquéllas tan hondamente arraigadas que sólo su tesonera acción y su encanto personal fueron parte a influir en los ánimos y acreditarle como caudillo de la nueva cause. Tuvo que recurrir a los hombres humildes, al camba sencillo y cordial de la ciudad y el campo y al esclavo de color.
Warnes nombrado para el gobierno de Santa Cruz por Belgrano, que representaba al gobierno de Buenos Aires, estaba llamado a ejercer autoridad con sumisión a éste. Pero las incidencias de la lucha por él  emprendida o, con más probabilidad, su exaltado individualismo lleváronle a asumir funciones de autonomía casi absoluta y, en cierto momento, a negar toda subordinación a quien quiera que fuese. La republiqueta de Santa Cruz llegó, pues, a ser tal en el más amplio sentido de la palabra.
Dos campañas emprendió Warnes contra las fuerzas del rey. Tuvo que actuar en la primera, mal de su grado, bajo las órdenes del caudillo Arenales que le urgió a unírsele frente al peligro que se cernía sobre ambos, con la presencia del realista coronel Blanco, y culminó con la victoria de Florida, alcanzada el 25 de mayo  de 1814. La segunda la emprendió solo, en los meses de octubre y noviembre del año siguiente, y en ella obtuvo la victoria de Santa Bárbara. Empañó esta última con crueles medidas inmediatas, como el incendio del pajonal donde se debatían los heridos del bando contrario, que no eran precisamente españoles, sino pobre indígenas reclutados a la fuerza por los jefes realistas Udaeta y Altoaguirre.
El 21 de noviembre de 1816, la división realista aparecía de improviso en la vega del Pari. Comandábala un cruceño, el coronel Francisco Javier de Aguilera. La batalla se libró allí mismo, en el Pari, y fue la más sangrienta que hubo en el Alto Perú durante la guerra emancipadora. No obstante el valeroso comportamiento de la caballería patriota comandada por un cruceño, el Colorao Mercado, que puso en fuga a la caballería del rey, al caer de la tarde la victoriosa hubo de pronunciarse por Aguilera. Factor decisivo de esta derrota fue la muerte de Warnes, ocurrida en momentos en que el bravo caudillo alentaba a sus hombres desde la propia línea de combate.
A principios del año 1824 hubo de estallar la llamada Guerra Doméstica, que dividió a los realistas en dos enconados bandos: El liberal, que encabezaba el general Valdez, y el absolutista, que tenía por jefe supremo al general Olañeta. Aguilera, que había tomado partido por este último, volvió a Santa Cruz, pero sólo de paso, para dirigirse a Cordillera, en donde uniéndose a Mercado, y otros guerrilleros patriotas, debía asumir el mando para marchar sobre Chuquisaca. Sabido es que en esta Guerra Doméstica casi todos los montoneros alto peruanos se plegaron al bando absolutista e hicieron causa común con él.
El 14 de febrero de 1825 se hace el pronunciamiento de Santa Cruz por la Patria y la proclamación de la Independencia, a iniciativa del cabildo y por la acción de los patriotas civiles José Reyes Oliva, Nicolás Cuéllar, José Vicente Suárez, José Ignacio Méndez y otros.
Antonio Vicente Seoane y Vicente Caballero salieron electos como diputados para resolver los destinos del pueblo alto peruano, cuyas opiniones eran ya conocidas como favorables a la formación de un alto Perú independiente, con toda la jurisdicción de la antigua audiencia de Charcas.
Sebastián Ramos, gobernador de Chiquitos, se negó a rendir armar y someterse a la patria, había buscado protección de las autoridades brasileñas de Matogrosso y, a cambio ofreció la entre de Chiquitos al imperio de los Braganzas. Cierto comandante Araújo no tardó en ocupar el territorio hasta llegar a San José pero el gobernador Videla lo hizo retroceder.
Al mes de pasado aquello, se reunió en Chuquisaca la asamblea convocada por el vencedor de Ayacucho, mas sin que los diputados de Santa Cruz pudieran estar presentes. Eventualidades de distancia retrasaron su incorporación, en tanto que los diputados de las provincias altas discutían aún la formación del nuevo estado. Cerradas las deliberaciones con el triunfo de los independistas, el presidente de la asamblea sugirió de que no se hiciera aún la proclamación solemne mientras no estuvieran presentes los representantes del pueblo cruceño. En virtud de este acuerdo el solemne acto no se verificó hasta el 6 de agosto, día en que Seoane y Caballero habiéndose presentado en sala, pusieron de manifiesto las instrucciones recibidas, y en tal sentido emitieron su voto.

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